Personajes

Alfonso Diez

alfonso@codigodiez.mx

Los que no aplican la ley son cómplices

* El valiente dura hasta que el cobarde quiere

 

Al poco tiempo de comenzar el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz como Presidente de México (1964-1970), los médicos de instituciones gubernamentales de salud como el IMSS y el ISSSTE se pusieron en huelga demandando mejores salarios (que los merecían, porque el sueldo que devengaban era muy bajo), pero el presidente autoritario, que consideraba que la figura presidencial debía ser respetada a costa de lo que fuera, se enojó y aduciendo que “estoy comenzando mi mandato y estos me quieren probar para ver cómo respondo” los mandó reprimir de manera violenta.

Cuando el 10 de junio de 1971 los estudiantes marchaban por la calle de Puente de Alvarado para dirigirse al zócalo, Luis Echeverría, titular del Ejecutivo de 1970 a 1976, trazó el mismo pretexto que su antecesor: “estos me quieren calar, para ver si voy a ser un mandatario fuerte o débil” (reconocido por él mismo en diversas entrevistas, incluida la que se recién se publica bajo la firma de Rogelio Cárdenas) y los mandó reprimir a sangre y fuego, recordando a la población los sucesos del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco.

Ya con Vicente Fox como presidente (2000-2006) y Santiago Creel como secretario de Gobernación, los pobladores de San Salvador Atenco levantaron los machetes, secuestraron funcionarios e impidieron que el gobierno en turno expropiara los terrenos en los que quería construir un nuevo aeropuerto.

Eso, por lo pronto, fue el principio del fin para Creel y sus aspiraciones a la presidencia, pero además encendió la mecha para que cualquiera que tuviera alguna demanda, justa o injusta, simplemente bloqueara calles con un puñado de simpatizantes y con eso lograba doblar las manos del nuevo gobierno.

¿Bueno o malo? El caso es que marcó la pauta. Durante los últimos dos años, diversos movimientos multitudinarios han pretendido lograr sus demandas con manifestaciones callejeras, marchas, bloqueos y plantones.

Desafortunadamente, ya no se trata de simples manifestaciones con pancartas solicitando que se cumplan sus demandas, como en los casos de Díaz Ordaz y Echeverría, ahora se amenaza con violencia vía machetes y/o se bloquean calles y autopistas para impedir el paso de los usuarios, con el simple afán de desquiciar las actividades y lograr un chantaje efectivo.

Algunos lo han logrado, otros no. En la mayoría de los casos ha prevalecido el interés político del autor intelectual de los movimientos por debajo del agua, según el caso del que se ha tratado.

Llaman la atención ahora los dos últimos. El de los maestros y el de los agentes de la AFI. En el primer caso han hecho marchas y bloqueos que inclusive, como se dijo antes, impiden la circulación vehicular en carreteras, de manera particular en la autopista México-Cuernavaca. Se adueñan de casetas de cobro para que ningún vehículo pague peaje y se han dado casos ejemplares de honestidad, de usuarios que se rehúsan a quebrantar la ley y pagan a pesar de los manifestantes que tratan de impedirlo.

Lo que piden los maestros para terminar con su movimiento es que les permitan ser dueños de las plazas que ocupan como si se tratara de bienes inmuebles, de tal manera que puedan heredarlas o venderlas si así les place. Para lograr esto exigen que ya no se les hagan exámenes de oposición, por medio de los cuales se exhibe a los que no tienen conocimientos ni capacidad para dar clases.

La demanda es a todas luces injustificada. Si el gobierno de Felipe Calderón cediera al chantaje quedaría marcado como lo fue el de Fox, pero peor que eso, su gobierno podría ser calificado de deshonesto y hasta de corrupto y fuera de la ley, por permitir que un grupo imponga sus condiciones aunque no tengan cabida legal y aunque para lograrlo recurran a la fuerza de las multitudes en contra de las fuerzas que deben resguardar el orden y en contra de la misma población.

Cuando Alejandro Gertz Manero era secretario de Seguridad Pública Federal, acudió en helicóptero a una de las autopistas que permanecían bloqueadas por manifestantes, con la policía rodeándolos, y les advirtió: “tienen cinco minutos para desalojar la autopista” y antes de que se cumpliera el plazo su orden fue cumplida, los manifestantes se retiraron temerosos.

¿Por qué ya no se actúa de la misma manera en los casos de bloqueos de autopistas, que claramente configuran el delito de ataque a las vías generales de comunicación? Por el miedo a ser tachados de represores, como sucedió con Díaz Ordaz y Echeverría a raíz de los sucesos que terminaron de manera trágica con la matanza de Tlatelolco.

El caso de la AFI tiene otras aristas que le confieren una gravedad que linda con el Golpe de Estado.

Cuando los agentes policíacos que pertenecen a la Agencia Federal de Investigación comenzaron a realizar marchas de protesta dijeron, la primera vez, que era porque se oponían a que desapareciera su corporación; la segunda vez dijeron que no se querían someter a la prueba de confianza; la tercera, que no querían que se les integrara a la Policía Federal Preventiva. Protestaban contra el secretario de Seguridad Pública Federal (de la cual depende la PFP), Genaro García Luna, que antes fue director precisamente de la AFI, acusándolo de corrupto.

Ahora, en plena desbandada tras haber sido tomadas las instalaciones de la AFI por la PFP, dicen que “quieren aclarar que no se oponen a integrarse a ésta, ni a hacer la prueba de confianza, siempre y cuando lo apruebe el Congreso, que es quien debe de hacerlo”.

La realidad es que se equivocan totalmente. Se equivocaron desde un principio porque:

1.- La Secretaría de Seguridad Pública Federal y la Procuraduría General de la República son instituciones manejadas por el Poder Ejecutivo Federal, que encabeza el Presidente de la República, Felipe Calderón y, en consecuencia, cualquier cambio en estas instituciones lo decide solamente el presidente o cualquiera de los subordinados de éste designados para tal efecto.

2.- Por el motivo anterior, ni el Poder Legislativo, ni el Poder Judicial pueden intervenir en los movimientos que se den en tales cuerpos policíacos.

3.- La seguridad, en términos generales, es en estos momentos una de las mayores preocupaciones del gobierno federal en su conjunto, debido a los acontecimientos violentos que han estremecido a toda la población y por lo mismo el Ejecutivo no puede permitir que un puñado de elementos de alguna de las corporaciones mencionadas detenga o intente detener las labores de esas instituciones por las razones personales que sean.

4.- Lo que han hecho los policías en rebeldía, deteniendo el trabajo policíaco, y con declaraciones de que harán la prueba de confianza y/o se integrarán a la PFP “siempre y cuando lo apruebe el Congreso” es una insubordinación que no se puede permitir, equiparable, toda proporción guardada, a un Golpe de Estado, porque se trata de un grupo armado que se pone en contra del Presidente de la República, cabeza del Poder Ejecutivo al cual deben obediencia.

La reacción del secretario de Seguridad Pública Federal, ordenando la toma de las instalaciones de la AFI, era la que procedía. En este caso no podía simplemente esgrimirse la libertad de expresión para dejar que los agentes policíacos hicieran lo que quisieran con una institución que debe resguardar la seguridad de la población, no alterarla.

No se trata de estar en contra de los movimientos sociales justos, ni de tratar de impedir que los débiles logren conquistas que los poderosos les reprimen, simplemente de respetar la ley. Una manifestación pacífica, respetuosa de los demás, que no bloquea calles y carreteras, no debe ser reprimida.

Partiendo de los casos señalados, tanto el gobierno federal, como el del Distrito Federal, deben dejar atrás el temor a ser señalados como represores y actuar conforme a la ley, siempre y cuando no utilicen la violencia para levantar plantones que impiden la libre circulación de la población, que no tiene porqué pagar los platos rotos.

La inacción significa también complicidad. La ilegalidad, si se deja crecer, puede llegar a niveles de ingobernabilidad que después será muy difícil parar.

Lo que hizo Gertz Manero quedó como ejemplo a seguir. De otra manera, cabría preguntar a Calderón por un lado y a Ebrard por el otro, ¿el gobierno que encabeza cada uno de ustedes es tan débil que un puñado de valientes puede desbaratar cualquier propuesta (o acción) que realicen?

Recuerden que el valiente dura hasta que el cobarde quiere.

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